BIENVENIDA

EL MOVIMIENTO DE LOS PUEBLOS INDIGENAS DE VENEZUELA(MOPIVE), LES DA LA MAS CORDIAL BIENVENIDA A TODOS LOS USUARIOS Y USUARIAS, QUE VISITEN A NUESTRO PORTAL DE LA INDIANIDAD, EN ELLAS ENCONTRARON ARTICULOS RELEVANTES ESCRITOS POR INDIGENAS Y NO INDIGENAS EN EL MARCO DE LA DEFENSA DE LOS DERECHOS COLECTIVOS DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS, ESPERAMOS SU MAYOR SOLARIDAD CON LA CAUSA DE LA INDIANIDAD, EL RESCATE DE NUESTRO ESPACIO VITAL, LA EXCARCELACION DE INDIGENAS, LA ACTIVACION DEL REGISTRO ELECTORAL INDIGENA, LA MAYOR PARTICIPACION EN EL CONCEPTO ESTRATEGICO DEL PROGRESO DE LA NACION Y NUESTRO APORTE AL GENTILICIO VENEZOLANO.



DESDE NUESTRAS TIERRAS ANCESTRALES LOS LIDERES INDIGENAS DE LA NACION INDIGENA VENEZOLANA.

FUNDADOR DEL MOPIVE

FUNDADOR DEL MOPIVE
JOSE ANTONIO URIANA

DECLARACION DE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDIGENAS

LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS.

Naciones unidas. Ginebra, Suiza, 13 de septiembre de 2007

· La Declaración, adoptada esta tarde en Nueva York después de más de dos décadas de negociaciones entre los Estados Miembro de Naciones Unidas, con la participación de los pueblos indígenas de todo el mundo, se refiere tanto a los derechos individuales como a los colectivos; a los derechos culturales y a la identidad; a los derechos sobre:

· educación, salud, empleo, idioma, entre otros. Prohíbe la discriminación contra los pueblos indígenas y promueve su absoluta y eficaz participación en todos los asuntos que les atañen.

· Asimismo, garantiza el derecho que tienen a ser diferentes y a perseguir

su propia visión sobre el desarrollo económico, social y cultural.

· La Declaración invita explícitamente a que se propicien relaciones armónicas y de cooperación entre los Estados y los pueblos indígenas.

· la Declaración es un triunfo para la justicia y la dignidad humana”.

PENSAMIENTO INDIGENA

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PENSAMIENTO INDÍGENA VENEZOLANO

¡Que hable el Indio!

Los pueblos indígenas no hemos tenido ni voz ni voto durante siglos. Todo el mundo sabe que somos los pueblos dominados. Todo el mundo sabe que nuestras ideas no son las dominantes. Frente a estas verdades tan simples, tenemos que luchar por promover nuestras ideas y perspectivas.[1]

Emancipación mental.

Hay una constante en la producción de] pensamiento venezolano: la dependencia de ideas eurocéntricas. Desde la Colonia rige esa norma: entonces, fueron los tomistas y suarecistas de la Escuela del Tocuyo; después, con Andrés Bello, el empirismo inglés y, con Simón Rodríguez, le tocó el turno a Rousseau y los enciclopedistas. En el siglo XIX, Venezuela seguiría dependiendo de la expresión conceptual importada. De modo tal que continúa insatisfecha la exigencia que formulara Leopoldo Zea, desde México, cuando reclamaba una «emancipación mental» americana. En esa vía se encuentra el pensamiento indígena venezolano, aún no ha podido deslastrarse de los intelectuales indigenistas, de la cultura occidental que como la religión le fue impuesta en forma temeraria y compulsiva. La cultura no es una sentencia; es una herencia: los pueblos indígenas tenemos la obligación de magnificarla en el pedestal de nuestra mayor riqueza. En Venezuela existe una diversidad de movimientos políticos y sociales para reflejar el pensamiento y el sentir de diferentes agrupaciones que actúan en el país, así como expresar los contenidos y propuestas para llevar adelante un profundo proceso transformador que Venezuela necesita y lo va viviendo día tras día. Nosotros somos parte de este proceso, pertenecemos como ciudadanos venezolanos a un amplio sector deseoso de participar protagónicamente, contribuyendo con ideas y hechos originales y propios a plasmar el futuro de la Nación. Más que criticar o adversar la situación actual que vive el país, nos interesa introducir y fortalecer algunos elementos ya presentes en la Constitución Bolivariana del 99, pero que hasta hoy no han recibido suficiente atención. Somos definitivamente un país multicultural, pluriétnico y plurilingüe.

En busca de nuestras raices ancestrales.

Está basado fundamentalmente en nuestras propias aspiraciones colectivas como pueblo, a través de la educación o toma de conciencia de nuestros pueblos y la formación de nuestras bases primigenias, principalmente en las comunidades, consejos de ancianos, líderes y demás organizaciones propias. Buscamos la pluriculturalidad, el multilingüismo y la plurietnicidad. Esto es con el fin de fortalecer los valores del pensamiento indígena como la identidad, la memoria histórica, la conciencia de nuestras culturas, de nuestras cosmovisiones y las leyes consuetudinarias que nos sustentan. Nuestro pensamiento se ha venido construyendo desde abajo, contra el abuso de poder de los sectores dominantes, al calor de la guerra coyuntural, en la lucha contra las oligarquías, al fragor de las nuevas doctrinas de dominación, invasión, imposición, despojo y etnocidio, que tienen asideros poderosos en los imperios, iglesias, fundaciones, partidos políticos, ong internacionales y los Estados. Pero la subordinación al imperio, al sistema de gobierno de la clase oligárquica y de los Partidos Políticos, profundizó la exclusión en todos sus géneros, lo que hizo que los pueblos indígenas, se mantuviesen en una orfandad política, social y económica.

La culpa es de los pueblos indígenas, de sus líderes y el mestizaje exquisito, otorgamos espacios de discusión y aparecieron nuestros voceros oportunistas. Las organizaciones y sus líderes no tienen una estrategia y agenda política que discutir, que negociar, que pactar, los lideres tienen como único tema el asunto del dinero y de los viajes al exterior, esos líderes, capitalizan hoy en día la pobreza de esos pueblos, pero para enriquecerse; una Contraloría Social Indígena, mandaría a muchos de esos líderes oportunistas al Consejo de Ancianos, para la aplicación de la Ley Indígena por traición a sus pueblos , a los indígenas, a su sufrimiento y la causa de la Indianidad.

El pensamiento indígena, está basado en la cosmovisión, nuestros valores culturales, los principios y enunciados de las aspiraciones colectivas de nuestros pueblos, para compatibilizarla con los otros derechos, el conocimiento científico de la cultura occidental y el derecho internacional, no queremos ser objeto de los derechos humanos, sino sujeto de ese derecho, sin poner en peligro la soberanía del estado venezolano, como República Bolivariana.

El pensamiento indígena, fue uno de los temas más discutidos por varias generaciones de intelectuales. La fundación de las repúblicas americanas en el siglo XVIII, y sobre todo en el XIX, trajeron nuevos planteamientos, porque aparecen temas de la identidad, pluriculturalidad, propiedad, territorios, derechos originarios contra las repúblicas nacientes y la nación como un todo, lo cual significó, entre otras cosas, enfrentarse contra las oligarquías, los triunfadores de la independencia, los intereses económicos, las iglesias, los imperios y los estados nacionales, ante graves problemas de exclusión y el no reconocimiento de la presencia de culturas indígenas en esos territorios de los estados nacientes.

Simón Bolívar, venia planteando la solidaridad con los pueblos indígenas, primero por el bien de la humanidad, segundo porque tienen derecho a ello y tercero, porque hacer el bien no cuesta nada y vale mucho, de manera que en el pensamiento indígena, se imprime la huella intelectual del Padre de la Patria Grande y los fundadores de la Nación Indígena.

En Venezuela las políticas públicas indígenas eran paternalistas y etnocentristas, se reconocían la existencia de los pueblos indígenas, pero se les negaba sus derechos originarios como pueblos. Se consideraban a los pueblos indígenas como campesinos y vivían en orfandad jurídica, tutelado por el estado. La clase dominante, la guerra fría, los gobiernos de turno aliados con el Imperio, hicieron que ver que las organizaciones de derechos humanos y de los pueblos indígenas, eran el brazo político y armado del comunismo. No querían ver renacer las cenizas de Emiliano Zapata, Pancho Villa, Sandino, Che Guevara, Guaicaipuro y Mara entre otros. Es necesario abandonar la política de dominación y exclusión social, porque de esa concepción, no puede existir filosofía indígena. La cultura occidental y sus intelectuales no podían, aceptar que otras filosofías puedan alternar con ella y nos etiquetan, como pensamiento religioso exótico, rebajándonos a pura cosmovisiones y pensamiento mítico-religioso. La concepción occidental supercultural de filosofía, sólo puede reconocer como filosofía las expresiones del pensamiento humano que imitan la manera occidental y que salen de Europa.

En Venezuela la presencia de pensadores indígenas se vio desmotivada, por la ley de misiones de 1915 y su reglamento de 1921. Los Vicariatos apostólicos, los partidos políticos, las fundaciones indígenas y algunas ONG se encargaban de representar a los pueblos indígenas y decidir sobre su destino. La finalización de la Guerra Fría, la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, permitió a los pueblos, aligerar el principio de la libre autodeterminación.

En Venezuela, sin embargo los indígenas materializan ese pensamiento con su música, danzas rituales y el sentido épico en la rememoración de los antepasados y de los grandes hechos que hacían gloria de la braveza de la resistencia cultural; ese pensamiento, ha quedado también reflejado en los petroglifos, la poesía oral y ahora escrita, esa filosofía se iba pasando a través de la oralidad a las generaciones de relevo, sin esa cosmovisión no hubiese sido posible llegar al siglo XXI. Que el pensamiento cósmico de la vida y del mundo que nos rodea, es la base sustantiva para comprender el pensamiento indígena , el pensamiento del mismo Indio, de la naturaleza y del universo, es la búsqueda, el reencuentro y la identificación con nuestro glorioso pasado, como base para tomar en nuestras manos la decisión del destino de los pueblos indios; -el pensamiento indígena se nutre en la concepción colectivista y comunitarista, basada en la filosofía del bienestar igualitario; Que la concepción científica india, define al hombre como parte integrante del cosmos y como factor de equilibrio entre la naturaleza y el universo, ya que de ello depende el desarrollo de nuestra vida creadora en la tierra (Estatuto CISA, 1980).

La Declaración de Quitodocumento importante del movimiento indio ecuatoriano simbólicamente anuncia que el encuentro de 1990 representa la conciencia de “500 años de Resistencia”. Los redactores de este documento no anuncian explícitamente el indianismo como pensamiento político, aunque asumen representar a 120 naciones, tribus y organizaciones indígenas de 20 países de América; existen fragmentos que permiten la definición del pensamiento indio:

1. Nuestra concepción de la tierra está sustentada por la comprensión de que lo humano y lo natural es similar y a la vez está interrelacionado.

2. Nuestras formas políticas, económicas y productivas, todas son formas culturales y están enraizadas y orientadas por el comunitarismo.

3. Además, creemos que la propiedad de la tierra es colectiva. Cultivamos en comunidad y distribuimos los frutos en comunidad.

4. Y además creemos en la solidaridad, nuestros niños son de la comunidad.

Socialismo Indígena.

Según Frank Bracho, - Carlos Marx y Federico Engels, dijeron haberse inspirado mucho en el estudio de lo indígena para su formulación del socialismo. En esto, fueron históricamente más correctos y honestos que ciertos ardorosos socialistas de hoy quienes dicen “que los indígenas fueron los primeros comunistas-socialistas”. Para Carnero Hoke, - el socialismo existió en la sociedad inca, pues señala que: nosotros los indios somos socialistas auténticos, no por imitación extranjera, sino porque nuestros abuelos lo fueron al plasmarlo y proyectarlo hacia el futuro, Luís E. Valcárcel – decía que los indios necesitaban de su Lenin, pero refiriéndose precisamente a que debería ser un Lenin indio, con ideas propias; igualmente José Carlos Mariátegui – discutía la necesidad de incorporar el componente indígena en las revoluciones de nuestros países. Alejandro Lipschutz, se preguntaba: ¿En dónde está la causa última de la sujeción de unos hombres por otros: es biológica o es sólo social? ¿Cómo eliminar esa causa para acabar con el efecto? La primera respuesta se la dio Marx. La segunda, Lenin. Fue el método marxista el que lo llevó hasta la génesis del señorialismo y fue la Revolución rusa la que mostró el camino para liquidar ese señorialismo.

Según Fausto Reinaga:

a) Nuestra Revolución no es una “revolución comunista” pro-soviética, pro-china o pro-cubana; no. Nuestra Revolución no tiene ningún “pro”

b) Los indios no somos “campesinos”

c) Nosotros somos indios. Y nuestra Revolución es nuestra Revolución: una Revolución India [...] La Revolución del Tercer Mundo es la última. Es ahora cuando: o triunfa o desaparece el hombre. ¿Contarán esos millones de indios en esta Gran Reforma Revolucionaria Social que América del Sur prepara?

Estrategias indígenas.

Las fortalezas del pensamiento indígena, están en sus hijos, en sus pueblos, en las comunidades, en la generación de relevo, en los derechos indígenas constitucionales, en el liderazgo proactivo, leal y comprometido con la causa de la Indianidad y con el destino de los pueblos indígenas, nosotros constituimos una cultura valiosa, llena de riquezas espirituales y materiales, con un gran espíritu de solidaridad y nuestra solidaridad, es precisamente dar lo que el otro realmente necesita y no darle lo que nos sobra (limosna).

Nuestra identidad originaria, no está comprometida, si asimilamos los aportes de otras culturas, como la asiática, la africana o la europea, siempre hemos compartido la transculturación ; pero debemos avanzar en la búsqueda de una mejor calidad de vida de nuestros pueblos, con la garantía de la entrega de nuestros espacios originarios, el reconocimiento de los derechos originarios y respeto de los derechos humanos e internacional humanitario, del cual somos sujeto y no objeto como lo pretender visualizar algunas organizaciones internacionales.Nos queremos que nos vean como sociedades indígenas, objetos folclóricos en museos, en resguardos indígenas, en cines, NO. Queremos también disfrutar de las bondades y los aportes científicos de las otras culturas, pero no digan ahora que somos un pueblo indígena consumista y capitalista.

Véannos, como lo que somos: indígenas, pueblos, ciudadanos y cultura original propia. No queremos que defiendan la autodeterminación de nuestros pueblos, porque respetan nuestras costumbres, el idioma y la idiosincrasia particular de nuestra razón de ser, sino porque es un derecho inalienable y universal de los pueblos indígenas de la humanidad.

Nuestra sobrevivencia como pueblo no se negocia.

Bibliografía:

· Galich; Manuel (2004), Nuestros primeros padres, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, Cuba.

  • Landa Vásquez, Ladislao (2002), Pensamientos indígenas en nuestra América.
  • Cnel. (GNB). José Antonio Uriana (2002) Análisis de los derechos constitucionales de los derechos de los Pueblos Indígenas de Venezuela. Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada Nacional. Mindefensa.
  • Convenio Nº 169 sobre pueblos indígenas y tribales
    en países independiente
    (27 de junio de 1989). Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo.
  • Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. (1999).Capítulo VIII De los derechos de los pueblos indígenas.
  • La Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, Gaceta Oficial número 38.344, 27 de diciembre (2005). El instrumento legal está compuesto por nueve títulos, 27 capítulos y 158 artículos. Venezuela.
  • Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas (29 junio 2006).Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
  • Nuño Montes, Juan Antonio (2000). Pensamiento en Venezuela, de Gómez a nuestros días. Bitblioteca.
  • Suaréz Salazar, Luís ((2006). Madre América. Un siglo de violencia y dolor (1898-1998). Editoriales de ciencias sociales, La Habana, Cuba.


[1] Donald Rojas. Presidente del Consejo Mundial de los Pueblos Indígenas. 1992

JUVENTUD BRAVIA

DIA DE LA JUVENTUD INDIGENA


J uvenil linaje bravio,

U nge con tu fuerza mental y fisica,

V alioso aporte a la causa de la indianidad,

E res el genoma importante del árbol originario,

N uestros sueños estan enmarcados en ti,

T odos confiamos en tu participación protagónica indígena,

U ne tu pensamiento indígena con la acción estrátegica de lucha indiana,

D ame la oportunidad de libertarme de mi.



Hispana india, sobre que paisaje te esconde que aún no te encuentro.

HACIA LA SALA INDIGENA DEL TSJ

La aplicabilidad del derecho y de la jurisdicción indígena a la luz del derecho positivo venezolano


La Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas vigente desde el 27 de diciembre de 2006, desarrolla dichas Instituciones Jurídicas bajo el Título VII: DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, en sendos Capítulos.

1).- Al Artículo 131 se define al Derecho Indígena de estar “constituido por el conjunto de normas, principios, valores, practicas, instituciones, usos y costumbres, que cada pueblo indígena considere legítimo y obligatorio, que les permite regular la vida social y política, autogobernarse, organizar, garantizar el orden público interno, establecer derechos y deberes, resolver conflictos y tomar decisiones en el ámbito interno”.

Que a la jurisdicción especial indígena de garantizar su ejercicio, mediante un atributo consistente en (Artículo 132) “la potestad que tienen los pueblos y comunidades indígenas, a través de sus autoridades legítimas, de tomar decisiones de acuerdo a su derecho propio y conforme con los procedimientos tradicionales, para solucionar de forma autónoma y definitiva las controversias que se susciten entre sus integrantes, dentro de su hábitat y tierras”.

La misma que “comprende la facultad de conocer, investigar, decidir y ejecutar las decisiones, en los asuntos sometidos a su competencia y a la potestad de avalar acuerdos reparatorios como medida de solución de conflictos”.

2).- Presupuestos Teóricos de Aplicabilidad.

Congruencia de las premisas de TERRITORIALIDAD (Artículo 133 numerales 1 y 2) con la de PERSONALIDAD (numeral 4 del mismo artículo). Así:

2.1.1. Tratándose de hechos susceptibles de ser juzgados, cuyos protagonistas son todos indígenas del hábitat territorial de un mismo Pueblo y/o Comunidad.

Hay aquí la congruencia perfecta de las premisas con plena competencia de la jurisdicción indígena para conocer y decidir, mediante aplicación del derecho indígena, sobre “cualquier incidencia o conflicto surgido dentro del hábitat y tierras de los pueblos y comunidades respectivos”, que cualquiera fuese la materia planteada, le conlleva al proceso la “competencia para conocer de solicitudes o conflictos que involucren a cualquier integrante del pueblo o comunidad indígena”.

Mas “Se exceptúan de esta competencia los delitos contra la seguridad e integridad de la Nación, los delitos de corrupción o contra el patrimonio público, ilícitos aduaneros, tráfico ilícito de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, tráfico ilícito de armas de fuego, delitos cometidos con el concierto o concurrencia de manera organizada de varias personas y los crímenes internacionales: el genocidio, lesa humanidad, crímenes de guerra y crímenes de agresión”.

2.1.2. También, fuera de la congruencia perfecta de las premisas de TERRITORIALIDAD con la de PERSONALIDAD, es competencia de la jurisdicción indígena las causas que involucran a diferentes hábitats territoriales entre Pueblos y/o Comunidades Indígenas; siempre que los hechos juzgados “no revistan carácter penal y no afecten derechos de terceros no indígenas”.

Tales parámetros excluyentes implicarían dos causales de inaplicabilidad para la jurisdicción indígena; la una relativa, cuando tratándose de congruencia imperfecta de las premisas en cuestión, los hechos a ser juzgados revistan carácter penal; la otra absoluta, cuando el proceso afectaría los derechos de terceros no indígenas.

Trátase entonces cuando se involucra en caso penal un ciudadano, bien indígena ajeno al Pueblo y/o Comunidad de la ocurrencia de los hechos, ya un no indígena. En tales supuestos “podrán ser detenidos preventivamente por las autoridades legítimas (locales), las cuales deberán poner al detenido a la orden de la jurisdicción ordinaria conforme a lo dispuesto en el Código Orgánico Procesal Penal”.

2.1.3. Derecho Indígena en la Jurisdicción Ordinaria Penal.

Aún en los casos cuando el indígena no pueda ser juzgado mediante la jurisdicción especial indígena sino mediante la jurisdicción ordinaria, el Artículo 141 de la Ley consagra de manera contundente que:

“1. No se perseguirá penalmente a indígenas por hechos ilícitos tipificados como delitos, cuando en su cultura y derecho estos actos sean permitidos, siempre que no sean incompatibles con los derechos fundamentales establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los tratados, pactos y convenciones internacionales suscritos y ratificados por la República.

2. Los jueces, al momento de dictar sentencia definitiva o cualquier medida preventiva, deberán considerar las condiciones socioeconómicas y culturales de los indígenas, y decidir conforme a los principios de justicia y la equidad. En todo caso, éstos procurarán establecer penas distintas al encarcelamiento, que permitan la reinserción del indígena a su medio cultural.

3. El Estado dispondrá en los establecimientos penales en los estados con población indígena, de espacios especiales de reclusión para indígenas, así como del personal con conocimientos en materia indígena para su atención”.

3).- La aplicabilidad fáctica de la Jurisdicción Indígena por los Pueblos y/o Comunidades Indígenas.

La presencia congruente en el caso dado de las premisas de TERRITORIALIDAD con la de PERSONALIDAD, para hacer procedente la competencia de la jurisdicción indígena, requiere de sendos pronunciamientos previos de los órganos competentes de la República, que así los acrediten.

La primera guarda directa causalidad con las resultas de la Ley De Demarcación Y Garantía del Hábitat Y Tierras De Los Pueblos Indígenas, vigente desde cuatro años ha (diciembre 2002); cuyo objeto (Art. 1) es de regular el enunciado de la misma en beneficio de la propiedad colectiva o comunera de las tierras de los Pueblos y Comunidades Indígenas de la República Bolivariana de Venezuela; para de seguidas (Art. 2) definir en los numerales 1, 2, 3, 4 y 5, respectivamente, los conceptos de Hábitat Indígena, Tierras Indígenas, Pueblos Indígenas e Indígenas propiamente; ambas leyes ordenadas por disposición constitucional.

A tal efecto identifica a nuestros Pueblos Indígenas, hasta el momento de su vigencia, en número de 36.

El hecho de que a la fecha presente no haya visto luz demarcación alguna sobre Hábitat y Tierras comuneras de nuestros Pueblos Indígenas, implica la ausencia de la primera premisa de aplicabilidad en cuanto a Pueblos Indígenas se refiere, más no así respecto de numerosas Comunidades Indígenas cuyos títulos de propiedad colectiva o comunera de sus tierras están plenamente vigentes mediante títulos de propiedad colectivos notablemente en los Estados Anzoátegui (Kari’ña), Amazonas (Yek’uana, Wohjtuja, Jivi, Sanema…), Bolívar (Pemones, Wanai, Eñepá)), Apure (Pumé, Kuiba), Delta Amacuro (Warao), Zulia (Yukpa), cuyo carácter de provisionalidad no ha menguado para nada el ejercicio, por décadas del uso, goce y disfrute a título colectivo, de manera inalienable e imprescriptible que a sendas comunidades le fuera reconocido por la autoridad nacional en la materia.

De manera tal que estando la segunda premisa acreditada en la Cédula de Identidad del indígena titular de la misma, nada obsta para que se configure aquí la congruencia perfecta de aplicabilidad del Derecho Indígena a través de su Jurisdicción Especial.

4.- Carácter de Cosa Juzgada.

El Artículo 134.1 de la Ley otorga el carácter de cosa juzgada a las
decisiones de las autoridades indígenas, tomadas en uso de la competencia jurisdiccional que la República Bolivariana de Venezuela les reconoce por derecho primigenio, sólo revisables por la jurisdicción ordinaria “cuando sean incompatibles con los derechos fundamentales establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los tratados, pactos y convenciones internacionales suscritos y ratificados por la República Bolivariana de Venezuela”.


En tal caso, del conflicto de competencia planteado con la jurisdicción
ordinaria (134 numeral 3) “conocerá el Tribunal Supremo de Justicia, mediante el procedimiento respectivo establecido en la ley que regula la materia”, que del Amparo Constitucional contra decisión de la jurisdicción indígena, potencialmente violatoria de derechos humanos fundamentales (Artículo 135) conocerá la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, causa “la cual se tramitará conforme al procedimiento previsto en la ley respectiva, y estará orientada según las reglas de equidad, garantizando la interpretación intercultural de los hechos y el derecho, tomando en cuenta el derecho propio de los pueblos y comunidades indígenas involucrados”.


5.- Revolución Normativa

Ahora bien, lo cierto es que la presencia de hechos punibles en la vida social es por demás excepcional respecto del grueso de la ciudadanía, y mucho más cuando de los Pueblos y Comunidades Indígenas se trata, por lo que los efectos de la jurisdicción indígena se harán sentir de inmediato en el marco laboral, del niño y del adolescente, cooperativista, agrario, sucesoral, etc.

Así, el artículo 105 de la Ley dispone:

“Los pueblos y comunidades indígenas tienen derecho a constituir sus familias, atendiendo a los diferentes sistemas de parentesco correspondientes a su cultura. La familia y el hogar indígena y sus diversas modalidades socio-culturales están protegidas por esta Ley”.


Toda una revolución normativa, sustantiva y adjetiva, nos espera. ¡Tómese en cuenta, por ejemplo, que siendo el sistema de parentesco wayúu de carácter matrilinial, corresponde a la madre ser la causante en la línea sucesoral patrimonial, sin ingerencia alguna del padre biológico, pues tal función la cumple el tío materno, normalmente el de mayor edad.

viernes, 1 de julio de 2011

EL SOCIALISMO INDIGENA

EL socialismo indígena en tanto componente del socialismo del siglo XXI: Una metaética trascendental y milenaria
Esteban Emilio Mosonyi
ASESOR DE MOPIVE Y MOPIVENE

Resumen
El tema del socialismo del siglo XXI es realmente comprometedor. El relativo fracaso de varios modelos socialistas del siglo XX, produjo su retroceso y restricción a pocos países. Este trabajo discute el papel del Estado y su gobierno en la generación de espacios óptimos para desplegar un auténtico socialismo indígena en el siglo XXI. Venezuela no debe titubear en la ejecución resuelta y valiente de la demarcación de las tierras y territorios indígenas ni en el respeto de la autonomía regional y local de estos pueblos, comunidades y culturas, según el espíritu de la actual Constitución bolivariana, y su reforma no debe borrar derechos adquiridos tras centenios de lucha. De hecho, muchas revoluciones y procesos transformadores han luchado contra la pobreza, el analfabetismo y otras carencias que sin duda deben combatir; pero hasta la fecha ninguno ha colocado entre sus objetivos prioritarios a la diversidad biológica y cultural, el pluralismo étnico y social, el multilingüismo ni la interculturalidad.

El tema del socialismo del siglo XXI es realmente comprometedor por diversas razones. Está presente el relativo fracaso de varios modelos socialistas reales durante el siglo XX, lo que produjo el retroceso del socialismo como tal, hasta reducirlo –al menos provisionalmente– a un número restringido de países, a menos que incluyamos con toda amplitud los sistemas simplemente socialdemócratas, que en general no son más que capitalismos encubiertos y algo suavizados en ciertos aspectos a veces importantes. Las propias teorías socialistas –marxistas, neomarxistas o de otra procedencia– han sido objeto de todo tipo de críticas y revisiones, de suerte que tenemos en la actualidad un archipiélago teórico que en ciertos casos pareciera un mero cementerio de ideas. A esto se suma que tanto los conjuntos relativamente codificados como ciertas propuestas sueltas, escasamente contextualizadas, tomadas de fuentes no eurocéntricas ni occidentales –por ejemplo, los llamados socialismos africanos e indoamericanos, aparte de algunos asiáticos– cuentan todavía con escasa receptividad incluso en los países del Sur, las colonias de antaño, donde más deberían prosperar (Mosonyi, 1982).
En un espacio tan reducido no podemos ceder a la tentación de intentar largas y en veces tediosas explicaciones al respecto. Más nos vale retomar con toda valentía la idea-clave de crear libremente nuevos y distintos modelos de convivencia humana, cada vez más independientes de los eternos nuevos aspirantes a constituirse en "pensamientos únicos alternativos". A veces da hasta risa, aunque sinceramente nos enardece, presenciar el extraño fenómeno de que incluso para ser reconocido como el "malo de la partida" se viene aplicando un extraño reduccionismo. Para algunos mentecatos que se creen revolucionarios el único ser humano que tiene el derecho de ser malo de verdad es el presidente Bush de Estados Unidos: todos los demás serían meros imitadores, farsantes o unos pobres ilusos sin trascendencia alguna. Sin agotar en lo mínimo este interesante tema, parece bochornoso que mientras en Irán se reprime horrorosamente a las mujeres sólo por presentarse en vestimenta no tradicional, se las encierra en prisiones para que las vayan a buscar los maridos u otros "representantes" del sexo "fuerte", en Venezuela se tiende a crear una imagen idealizada de la "revolución islámica iraní", en su calidad de uno de nuestros grandes aliados internacionales, por el solo y único hecho de tratarse de enemigos irreductibles del imperio de Washington. A este extremo ha llegado el maniqueísmo basado en la figura del "enemigo principal".
Hasta ahora no hemos hecho sino rozar algunos de los cuestionamientos que se ciernen sobre la posibilidad misma de verdaderos procesos o revoluciones socialistas. Nosotros, sin embargo, optamos por ahorrarnos esta discusión, a sabiendas de que la humanidad y sus muy diversas culturas requieren –sin duda ninguna– de un nuevo orden mundial sostenible, sustentable, solidario, pluridimensional, pluralista, que rechace e impida al mismo tiempo tanto el desvanecimiento de la sociedad en aras de un individualismo o grupalismo mafioso, oligopólico, voraz y soberbio como el aplastamiento del individuo, de la persona humana como tal, por pesados aparatos políticos, militares, tecnoburocráticos y macroeconómicos. Como si ello fuera poco, la permanencia de la Tierra como planeta habitable supone igualmente el viraje radical hacia un nuevo socialismo entendido como sistema mundial alternativo capaz de respetar al máximo las limitaciones telúricas, así como de llevar a su cabal expresión las potencialidades creadoras tanto humanas como las del resto de la naturaleza en su conjunto.
Precisamente dentro de esta contextualidad general querríamos introducir lo que podríamos llamar de modo inmediato "socialismo indígena": no como algo orgánicamente interdependiente o asociado con cualquier otra propuesta con la cual podría presentar analogías, especialmente con el socialismo africano; ni como una configuración internamente elaborada y codificada de lo cual todavía no hay nada; ni menos aún como un flujo de ideas reductible de algún modo a formulaciones pretendidamente más "científicas", vale decir eurocéntricas. Otro punto que quisiera aclarar desde ya es que particularmente, junto a muchos otros colegas, veo la aplicabilidad de cualquier planteamiento que involucre ese socialismo indoamericano, de manera laxa o a veces más sofisticada en dos sentidos diferentes pero complementarios. En primer lugar, las propias sociedades indígenas estarían llamadas a continuar y enriquecer su existencia histórica dentro de un marco socialista indígena endógeno, mas al propio tiempo interculturalmente optimizado con suficientes aportes procedentes y reelaborados a partir de otros modelos compatibles. En segundo término –y esto es muchísimo más importante de lo que cree la gran mayoría de la opinión pública incluso ilustrada– ese socialismo indígena, recodificado y flexibilizado de la mejor forma posible con todo el respeto por su diversidad interna, podría ser un insumo realmente maravilloso –sin ninguna exageración– para perfeccionar en su conjunto todo nuestro acervo de pensamiento socialista, con miras a la transformación integral del mundo con alcances planetarios y cósmicos.
Casualmente, mientras estaba cavilando sobre cómo empezar una caracterización del ideario socializante indoamericano –independientemente del nombre que le impongamos, el cual además variará según el idioma y las particularidades antropolingüísticas de cada pueblo– (Mosonyi, 1975) llegó a mis manos por obra de poderes espirituales superiores –como dirían los mismos indígenas– una hermosa entrevista que se le hizo recientemente al presidente y líder aymara boliviano Evo Morales. Por ahora no discutiré si sus palabras remiten en su totalidad a los hechos o si sus nobles propósitos serán o podrán ser realizados al menos parcialmente durante su gestión presidencial. Independientemente de algunas legítimas reservas pasaremos a comentar ciertos puntos de interés especial, seguros de avanzar significativamente en el tema. Nuestra fuente es el semanario Las verdades de Miguel, del 20 al 26 de abril del presente año, en entrevista realizada por los periodistas Real Vela, Omaira Zabib y Fernando Bossi (p. 2). Antes de entrar en materia queremos llamar la atención sobre el hecho de que las palabras del dirigente boliviano logran romper el hielo de lo que siempre se esgrime por mentes reduccionistas en cuanto al aporte social indígena: eso de considerar que los aborígenes tan solo ofrecen en forma vaga unas versiones amorfas de colaboración comunitaria, que si bien pueden inspirar algunas propuestas neosocialistas, tampoco difieren mucho de otras formas de trabajo en común que ofrecen pueblos y entidades distintos de los indígenas. El repetir unos lugares comunes asociados al indígena, como trabajo comunal, solidaridad interfamiliar, respeto a la naturaleza y cierta espiritualidad, queda demasiado lejos de lo que verdaderamente ofrecen y pueden brindar a la humanidad entera centenares de pueblos cuyas alternativas múltiples hasta ahora se han ignorado y hasta desdeñado.
Evo Morales afirma, ya con la primera pregunta, la existencia de la solidaridad permanente, la reciprocidad y la complementariedad. Pero enseguida añade que en la comunidad no hay mayorías ni minorías, porque después de largos, democráticos y respetuosos debates se llega casi siempre a un consenso suficientemente importante como para llevar adelante los asuntos comunales a un ritmo satisfactorio. Esto es sumamente significativo, ya que hasta ahora nuestros socialismos reales y otros sistemas parecidos –aun los más humanistas y tolerantes– han partido digamos que siempre de un supuesto axioma de que hay los buenos y los malos, los nosotros y los ellos, los güelfos y los gibelinos, o llamémoslos como nos dé la gana. Resulta siempre que los "buenos", es decir, los revolucionarios, los afectos a un proceso transformador, son muchísimo menos que la canalla despreciable; ya que la dicotomización presente en la mayor parte del pensamiento occidental y del mundo judeocristiano en general casi nos obliga a verlo todo en blanco y negro, de la manera más irracional y apasionada. Aparte de que no existen los "grises", menos aún se percibe toda la escala cromática que se incluye en el arcoiris y hasta más allá de sus extremos visibles.
Antes de reproducir un testimonio de Evo, queremos añadir por cuenta nuestra que en el mundo indígena, hasta donde lo conocemos, el consenso no mata la diversidad de pensamiento y el adherirse a una solución permite todavía que ciertos individuos y familias mantengan en reserva algunas ideas distintas. Así, dentro de una comunidad parece lógico que unos ejecuten las obras con mayor entusiasmo que otros, les dediquen tal vez mayor tiempo y esfuerzo, mientras que algunos permanecen discretamente en la retaguardia sin sabotear jamás y sin llevarle abiertamente la contraria a lo que decidió el colectivo. Esto permite que en la medida en que fracase o sea insuficiente lo resultante de un consenso logrado, haya todavía otros recursos que posteriormente podrían ponerse en práctica a base de otras discusiones y eventualmente un nuevo acuerdo. Lo llamativo es el mantenimiento de la armonía, pues una comunidad indígena prefiere dividirse y marcharse cada uno por su lado antes que mantenerse juntos con iras y reconcomios. Pasemos ahora al testimonio de Evo, quien relata –palabras más, palabras menos– que una comunidad indígena se rebeló contra un prefecto corrupto e injusto, pero que éste logró persuadir a los mestizos no indígenas de que la sedición era contra todos ellos; sin embargo los manifestantes indios se comportaron de una manera tan respetuosa y digna que finalmente lograron convencer a los demás de que su único objetivo era el prefecto y más bien demandaban la solidaridad de los otros, la que a última hora llegaron a obtener. Esto, ciertamente, no le pone fin todavía a las tensiones raciales y culturales entre indios y mestizos, pero sí permite el acercamiento de los dos bloques en forma progresiva, hasta convertirlos en aliados estratégicos sin necesidad de amalgamar sus identidades.
Dice Evo Morales: "… el movimiento indígena no es vengativo, no es rencoroso. Damos todo por defender la vida para todos. Si está luchando contra un Prefecto, que roba, que divide, que quiere dividir Bolivia, pues está defendiendo también a la gente de la ciudad". Después, el hoy Presidente comenta que los mismos criollos que por instigación y órdenes superiores golpearon y maltrataron primero a los manifestantes indígenas, posteriormente se sumaron a ellos: "… después los mismos que golpearon, mataron, apalearon, agredieron, se dieron cuenta de que el enemigo era el Prefecto, y al día siguiente salían con comida, con refrescos, con panes, con frutas para apoyar esa movilización, fue impresionante. Somos cultura de vida, no somos excluyentes ni vengativos". En este punto, no podemos resistir la tentación de comparar este aserto con lo que habitualmente sucede en los países revolucionarios, que no solo excluyen y execran gran parte de su ciudadanía –aunque se mantengan neutrales o tibios– sino que provocan de algún modo la emigración compulsiva o inducida de un porcentaje tan alto que puede llegar a ser mayoría. Uno entiende perfectamente que en un proceso difícil y exigente de transición sociopolítica siempre habrá uno que otro que se muestre irreductible a todo cambio; lo que no me parece aceptable es permitir o propiciar que un número abultado de habitantes sea percibido como opositor o, en todo caso, como un sector con el cual no sea posible sentarse a departir e intercambiar puntos de vista, ni siquiera negociar en el sentido más elemental, para lograr la recomposición del cuerpo social. Tal cosa serviría para fortalecer y llevar a la victoria cualquier proceso transformador.
Profundicemos ahora lo que Evo manifiesta sobre la "cultura de la vida": "… el movimiento indígena por tanto vive para la vida y para la humanidad … por tanto acá, el movimiento indígena es parte de la cultura de la vida". Hay que agregar que esto lo dice un dirigente de un pueblo relativamente numeroso, el aymara, repartido entre Bolivia, Perú y Chile. En consecuencia, estos conceptos son aplicables aún con más rigor a otros pueblos y comunidades que a veces no sobrepasan sino que están por debajo de los cien o doscientos integrantes, tal como sucede con los mapoyo, yavarana o warekena en Venezuela. Aquí tendré que ser un poco duro y radical pero es inevitable. La comúnmente llamada lucha armada, inclusive la resistencia armada, la conversión del pueblo en ejército y con fusiles al hombro, es simplemente impensable en estos casos. Esta gente tiene que sobrevivir a fuerza de inteligencia, astucia y conocimiento del medio; si no lo logran, se les masacra en un santiamén. Así como pueden extinguirse en una epidemia de gripe, basta también una sola descarga de armas de fuego para no dejar un solo sobreviviente. Y conste que esto ha pasado muchísimas veces y parecería hasta ingenuo e improcedente pretender aducir ejemplos concretos, que los hay por millares, de antes y de ahora.
Pero, si queremos calar más hondo, cualquier comunidad rural, indígena o no, es extremadamente pequeña y vulnerable, sobre todo ante la profusión actual de medios de destrucción masiva. Además, cada una de estas comunidades pequeñas atesora unos bienes culturales, tangibles e intangibles, de valor incalculable dentro de su diversidad. A ello debemos en rigor agregar también los múltiples y a menudo inmensos ecosistemas en cada uno de esos ámbitos, frecuentemente contentivos de especies biológicas amenazadas. Esta es una de las razones de fondo por las que nos hemos opuesto siempre a cualquier militarización convencional de las comunidades indígenas y, sobre todo, a la limitación de nacimientos en su seno mediante el control de la natalidad. Aquí cabe agregar algo muy importante. También son extremadamente peligrosas las tentativas de experimentación humana, provenientes inclusive de gobiernos que tratan de beneficiar al indio o buscar su redención social, cancelando de paso –así lo creen– la deuda histórica hacia estos pueblos a partir de la Conquista (Fundación La Salle, 1980).
Muchos autores han insistido –nosotros con harta frecuencia– en el carácter etnocida de las intervenciones estatales u otras de la sociedad envolvente, cuando estas son masivas, inoportunas, casi siempre inconsultas. En las últimas décadas se nos ha oído, ya que por fortuna tal ha sido también el reclamo incesante de las organizaciones indígenas de todos los países. Pero la tentación nunca cesa, y todavía resurgen voces que reclaman la potestad de seguir salvando desde afuera los cuerpos y almas de los indígenas. Una cosa es, por supuesto, la acción oficial respetuosa, concertada ampliamente con cada comunidad, pluralista y siempre más y más intercultural: esto pertenecería a la esencia misma del verdadero socialismo indígena, cuya acción dialogante servirá igualmente para los indígenas y el resto de los venezolanos, incluyendo la reorganización y redimensionamiento de nuestro Estado. Mas al propio tiempo hay que recordar que Venezuela cuenta con un alto número de comunidades que hasta el presente han tenido muy poco contacto y una mínima compenetración con el mundo envolvente, y que quizás por esto tengan muchísimo que ofrecernos en materia de originales aportes socioculturales, tecnoeconómicos y políticos. Todo ello está aún en proceso de estudio y sólo con el tiempo sabremos hasta qué punto se llegará partiendo de allí a un diálogo intercultural repotenciado e inédito, cuyos alcances podemos sospechar mas no comprender a plenitud. Me refiero, por ejemplo, a los múltiples conocimientos botánicos, biomédicos, tecnológicos ahorradores y la psiquiatría social de raíz chamánica y profundamente espiritual. Aquí estarían algunos aportes a futuro dentro de una concepción más amplia y dinámica de un socialismo del siglo XXI.
No obstante, como señalamos más arriba, hay un sector creciente de revolucionarios fundamentalistas que quieren llevar sus ideas transformadoras desde ahora mismo al seno de estas comunidades todavía algo apartadas, en la creencia ingenua y aún apegada al evolucionismo decimonónico, según la cual estos indígenas serían hoy el remanente más puro de un supuesto "comunismo primitivo", y por consiguiente constituirían los mejores sujetos experimentales para un modelo inducido a partir de sociedades occidentalizadas. Éste se caracterizaría por desconocer totalmente la propiedad privada, descartar la vigencia del individuo como tal y hasta el papel de la familia como núcleo social generador absolutamente fundamental, en cualquier lugar del mundo. Nuestro temor no es infundado porque ya comienzan a aparecer en este tipo de comunidades –yanomami, sanemá, yekuana, algunas piaroa y de otras etnias– brigadas cívico-militares, contingentes de funcionarios públicos y grupos de voluntarios que en verdad no poseen preparación alguna para enfrentar la realidad de estas comunidades, pueblos y culturas. Por ejemplo, no entienden que si bien la propiedad sobre la tierra no existe en términos absolutos como pretende cierta interpretación de códigos jurídicos derivados tanto de la lex romana como del derecho consuetudinario anglosajón, sin embargo las familias usufructúan y cultivan siempre sus parcelas separadas. De allí surge en su seno la necesidad de mecanismos compensatorios comunales de distribución y redistribución para un disfrute final equitativo de los recursos, evitando así la división en familias y personas más o menos favorecidas. Pero esta es materia muy compleja, dependiente principalmente de la organización familiar en cada cultura y otros códigos simbólicos, que con certeza no se reducen a ningún comunismo primitivo ni pueden ser asimilados en dos semanas por un contingente de brigadistas recién paridos por una ideología ajena y homogeneizante. De esta manera asistimos a la imposición de toda una nueva estructura institucional, con sus consejos comunales, cooperativas, esquemas educativos, configuraciones simbólicas y consignas partidistas revolucionarias desconocidas, totalmente incomprensibles para el indígena monolingüe en su idioma.
Insistimos en nuestra postura de siempre, de que es necesaria la presencia del Estado y sus instituciones, el diálogo intercultural respetuoso y el remedio consensuado de las carencias que encontramos en cualquier comunidad indígena –desde las menos aculturadas hasta las que se asemejan a las aldeas campesinas étnicamente desestructuradas–; sin embargo, tales propósitos no son realizables mediante el envío masivo –que al indígena le parece invasivo– de un elevado número de personas extrañas, que llevan a menudo órdenes discrepantes entre sí y raras veces basadas en necesidades concretas. Es doloroso decirlo, pero tengo información por lo menos fidedigna de que en ciertas comunidades del Alto Caura viene aumentando el número de suicidios, especialmente entre indígenas jóvenes que no hallan cómo enfrentar esta crisis de magnas proporciones, recién inducida. Lo que sí sabemos plenamente, ya a partir de la antropología clásica de Boas, Malinowski y Lévi-Strauss, es que los cambios bruscos y alteraciones radicales provocadas en comunidades indígenas anteriormente aisladas o semiaisladas constituyen una causa potencial ya no del etnocidio –de índole más bien cultural– sino de formas indirectas de genocidio, pues siempre conllevan la carga de nuevas enfermedades endémicas y epidémicas, además de la articulación totalmente desigual de las sociedades en contacto forzado, represivo en última instancia.
¿Hasta cuándo tardaremos en comprender que el socialismo necesita de insumos originales e inéditos para su renovación y repotenciación, en lugar de la práctica tan común de seguir aplicando recetas triviales y fracasadas? Diremos una y mil veces que atosigar a los pueblos indígenas con fórmulas socializantes eurocéntricas no sólo puede matar en germen cualquier contribución propia emanada de la sociodiversidad sino que puede hasta revestir un carácter tragicómico; porque si alguien sabe por experiencia milenaria de comunidades y de convivencia solidaria entre la gente y con la naturaleza son precisamente los indios americanos, especialmente aquellos que nunca estuvieron organizados en grandes imperios ni se dedicaron a la conquista bélica de otras sociedades. Lo mismo vale para las microetnias de otros continentes. Exportarles ahora desde nuestras capitales el esquema comunitario parece casi una burla; es como llevar baldes de agua al océano. Por favor, recuperemos la sindéresis y tratemos de aprender algo nuevo y distinto de otros pueblos, aunque sea por primera y única vez en nuestra vida. A veces pienso que nuestra soberbia trasciende todo límite imaginable.
Éste es el punto en que podemos detenernos brevemente para ilustrar el uso del lenguaje y del discurso entre la mayoría de los pueblos indígenas, con todo lo que ello puede significar para rehacer algunos aspectos simbólicos y conceptuales del bagaje socialista acumulado. Aun cuando hayamos insistido una y otra vez en apuntar a la ausencia de abstracciones sin referentes y de la rotulación excesiva –podríamos llamarla nominalismo patológico– en el uso natural y cotidiano de cualquier idioma indígena, parece que nuestros interlocutores revolucionarios ni entienden ni quieren hacernos caso. Vamos a dar un ejemplo sencillito. Cuando yo le pregunté hace tiempo a un joven pumé bilingüe cómo decían ellos "belleza", "bondad", "honradez" y otras cualidades abstractas similares, y en seguida ofrecí una oración en español "admiro la belleza de la mujer", el colaborador de mi trabajo lingüístico respondió con el mejor humor del mundo. "Todo esto lo podemos traducir de muchas maneras y si quiere estaremos hablando horas enteras; pero nosotros preferimos decir en casi todos los casos ‘me gustan las muchachas bonitas’; eso de la "belleza" es un poquito afectado ¿no le parece?" Llevando este razonamiento al terreno político, a estas comunidades les resulta insoportable y fastidioso que les hablen durante horas de "mejorar la calidad de vida", "luchar contra la pobreza y la miseria", "desarrollar y fortalecer la comunidad", y tantas cosas más que conforman el repertorio de nuestros oradores de podio cuando están frente a las "masas". Por cierto, el término "masas" es particularmente ofensivo e indigerible en estas culturas: al igual que el de "espacios vacíos".
Pues bien, cualquier indígena que hable medianamente el español entiende perfectamente tales frases y hasta puede traducirlas literalmente a su idioma (Mosonyi y Mosonyi, 2000), pero sucede que no les dicen absolutamente nada, los dejan con un vacío absoluto que los mata de aburrimiento. Ellos quieren saber cuándo se les demarcarán las tierras, cómo se efectuará la mensura y hasta dónde llegará cada territorio colectivo, con sus lugares sagrados y los espacios necesarios para su movilización, ya que el conuco indígena trata de no agotar el suelo permaneciendo por largo tiempo e ininterrumpidamente en un solo sitio. También les interesa saber qué pasará con sus enfermos y cómo serán las escuelas oficiales, a fin de armonizarlas siquiera un poquito más con la cultura e idioma locales. Además, tampoco les gusta que desde afuera "se les hable", sino que prefieren tener un intercambio de ideas y criterios con la gente que viene de lejos, en el que ellos –como anfitriones que son– pudieran en primerísimo término manifestar sus necesidades, ideas y deseos formulados a partir del conocimiento vivencial e insustituible de su propia realidad. Así como a ningún indígena le agrada regañar ni ser regañado y para sus sentidos el maltrato verbal es equivalente a la tortura física, tampoco aceptan que alguien ajeno a su comunidad les dicte y dictamine desde arriba lo que deben hacer y pensar, querer u odiar. El colonialismo lo hizo y los resultados desastrosos están a la vista. Evo Morales reafirma que el indio no está hecho para el servilismo.
Cuando el periodista le pregunta: "Evo, ¿por qué al lema ‘no seas mentiroso, ladrón, perezoso’, le has agregado el ‘no seas servil’?", él le responde: "Es una ley cósmica que nos dejaron nuestros antepasados… No robar, no mentir ni ser flojo. Pero en la cultura occidental encuentras, encuentro el servilismo, el ‘llunqo’. Aumentamos nosotros en esta nueva generación el ‘ama llunqo’, ‘no ser servil’ ". Lo que los indígenas reclaman, también según palabras de Evo, es "justicia y solidaridad". Por eso nos entristece tan profundamente cuando integrantes de diferentes comunidades continúan presentando sus quejas referentes no a todos pero sí a una buena parte del funcionariado y voluntariado, tanto civil como militar, que con frecuencia creciente visita y a veces atiborra su hábitat, acabando de paso con todo vestigio de privacidad y tal vez de autonomía. Tenemos que volver a insistir en algunos planteamientos. El acercamiento y diálogo intercultural son provechosos, incluso imprescindibles, cuando se hacen con sindéresis, conocimiento pleno y empatía creciente alimentada por la reciprocidad. Mas en medio de la improvisación compulsiva ni siquiera las personas de mejor voluntad que deciden compartir su experiencia y a veces existencia con los indígenas están en capacidad de hacerlo en forma óptima. A esto se suma la presencia de una minoría verdaderamente indeseable –quizás inevitable en las circunstancias prevalentes–, sistemáticamente denunciada por los indígenas y sus aliados, quienes exhiben ambiciones personales, voluntad de poder, apetito sexual, e inclusive alimentan planes malévolos como dividir a los indígenas para ocupar, contaminar y deforestar sus tierras; despojarlos de sus recursos mediante el engaño cuando no por la violencia. Todo esto es perfectamente reversible y todavía estamos a tiempo de abstenernos de hacer más daño, pero no si persistimos en la idea falsa y racista de que "los indios pueden ser objetos receptores de la revolución, mas no sus autores ni protagonistas".
Dicho esto, algo que representa un resumen muy apretado de un tema riquísimo e inexplorado en cuanto a sus aportaciones y potencialidades (Bracho, 2006), pasaremos en seguida a resumir en diez puntos las facetas principales –como las percibimos hasta ahora– de lo que podría ser el perfil de un genuino socialismo indígena: tanto en su propia esencia como en su trascendencia hacia un modelo más general y ecuménico, que todavía estamos esperando ante la insuficiencia de tantas formulaciones de extracción muy diversa.
Las propuestas indígenas están basadas en la diversidad interna y externa de cada sociedad participante (Grupo de Barbados, 1993), con énfasis en las microsociedades –muy diferenciadas entre sí– de orientación comunal. En estas comunidades observamos una amplísima tolerancia frente a todo tipo de manifestaciones individuales, siempre y cuando no amenacen decididamente la convivencia de los copartícipes ni la sostenibilidad histórica de la sociedad como tal. Esa misma tolerancia se extiende a los representantes de otras formaciones sociales, incluidas las occidentales.
En casi todas partes –incluso en las comunidades relativamente aculturadas– encontramos formas de solidaridad, reciprocidad y búsqueda de consenso, en cuya ausencia sería prácticamente imposible sostener estas formas de convivencia en el tiempo. El disenso puede mantenerse latente, mas no suele interferir en la ejecución de planes y tareas comunes ni romper el equilibrio subyacente.
Los indígenas trabajan casi siempre juntos, en equipos organizados, pero manteniendo cada persona su dignidad e individualidad: la masificación es impensable dentro de los parámetros tradicionales. Lo mismo vale para los miembros de toda familia nuclear o extendida, en cuyo seno cada persona tiene sus obligaciones y derechos específicos, generalmente según los cánones de cada sistema de parentesco.
En las comunidades más tradicionales y carentes de espíritu de conquista, sólo en un momento o breves períodos de crisis puede surgir una jefatura fuerte, la cual cede tan pronto pasa la emergencia. A los jefes, chamanes, artesanos y otros expertos se les respeta, pero nunca se da la sobrestimación, idealización o endiosamiento de cualquier miembro de la comunidad por destacado que sea.
Los indígenas se consultan y se reúnen durante largos días en torno a cualquier asunto de interés colectivo, sobre todo al ser de cierta gravedad. Cada uno puede intervenir sin límites de tiempo y cuantas veces crea necesario, aunque tratan de no abusar de ese derecho en perjuicio de los demás. Las decisiones se toman por consenso, una vez que se hayan aclarado todos los detalles.
Los problemas se plantean en torno a situaciones inscritas en el presente, para tomar decisiones cónsonas con la realidad actual, cuidando al mismo tiempo de no comprometer el futuro y mantener así la continuidad y la sostenibilidad, a través de las generaciones sucesivas. No se planifica exclusivamente para el futuro con promesas –inclusos con visos de probabilidad– al estilo de que "nuestros nietos vivirán mejor" o que todo se perfeccionará dentro de cincuenta o más años. También es preciso aclarar que el indígena evita acumular tensiones, actuar de manera precipitada e improvisada, dejarse dominar por la impaciencia o el estresamiento. Cuando le toca comer o descansar actúa en consecuencia y no le gusta ser molestado ni acosado.
Las asambleas indígenas se caracterizan por el buen uso del lenguaje. Todos hablan con mucha fluidez y seguridad, casi nunca titubean ni demuestran indecisión, aunque pueden cambiar su punto de vista al ser convencidos por argumentos mejores. La elocuencia sobria es un valor importantísimo. Los insultos y recriminaciones son inaceptables y una persona de carácter nervioso o histérico es vista como un demente, como alguien que perdió el control sobre sus palabras y actos.
A los pueblos indígenas no les agrada colocar etiquetas o nombres abstractos a las ideas y a la manera de pensar de un individuo o grupo. Así, nada les dice una expresión como "socialismo del siglo XX o XXI", el "proceso revolucionario". Enseguida preguntan por los referentes y los hechos precisos en que se traduciría su aplicación dentro del propio contexto comunal y regional. Como aporte intercultural pueden aceptar algunas categorías inventadas en otras sociedades, siempre y cuando estén totalmente convencidos de la debida armonización y compatibilización con sus propios deseos y necesidades.
Cuando discuten las propuestas de algún ente foráneo, generalmente algún organismo gubernamental, señalan con nítida precisión en cuáles aspectos existe pleno acuerdo o, por el contrario, cierto desacuerdo de mayor o menor gravedad según cada caso concreto y específico. No aceptan de buena gana las ofertas en bloque y menos aún si ya vienen previamente elaboradas o se les requiere la obediencia acrítica. Es fácil parlamentar con los indígenas si sus intereses son respetados y cuando prevalece un ánimo colectivo constructivo por ambas vertientes.
Las comunidades indígenas están muy claras sobre la necesidad de evitar y aun evadir cualquier posibilidad de enfrentamiento violento, que implique la muerte de personas o la destrucción del entorno ambiental. Aparte del carácter de estos pueblos y la índole de su cultura, ello tiene también una poderosa explicación histórica. Durante quinientos años de avasallamiento estuvieron obligados a resistir políticas netamente destructivas de etnogenocidio, que los llevó al borde de la desaparición física y cultural (., 2001). Ahora, con los derechos recién adquiridos y una situación político-social mucho más favorable, optan decididamente por el derecho a la vida, a la continuidad histórica, a la preservación del ambiente, al disfrute pleno de su cultura, idioma, identidad y especificidad. No es entonces una política aplicable a estos pueblos, por parte de los gobiernos nacionales y sus instituciones, el insistir nuevamente en puntos álgidos como volver a la lucha armada, hacer nuevos y grandes sacrificios y, en general, seguir más volcados hacia un futuro inasible que a la reconquista del presente que les pertenece.
Antes de concluir este ensayo, querríamos tocar rozando dos temas bastante polémicos que nunca dejan de aflorar cuando se discute sobre comunidades indígenas, especialmente en relación con la idea del socialismo. El primero sería la opinión de aquellos nuevos aliados de estos pueblos que podrían caer bajo el peso de una crítica que hicimos hace un momento: el asumir una misión transformadora en medio de cualquiera comunidad indígena sin estar realmente preparado para ello, preocupado solamente por llevar su mensaje y sin tratar de captar la realidad y las peticiones de los propios destinatarios. Aun así suelen decir esas personas que normalmente se les recibe bien, se hacen amigos de los indígenas y hasta logran sus propósitos; por ejemplo, crear una cooperativa u organizar un taller sobre cultura general, en el sentido de introducir algún aspecto de la cultura occidentalizada. Nosotros, en este caso, les responderíamos lo siguiente. Los indígenas, a través de los siglos transcurridos, han tenido que calarse los peores tratos y aun persecuciones con saldos fatales. Por eso, al existir organizaciones oficiales o privadas que se acercan a ellos con muestra de afecto y solidaridad, de alguna manera interesadas en su problemática, responden inmediatamente con una actitud positiva aunque no concuerden con sus planteamientos. Esto no significa que renuncien a sus propias prioridades o que las enseñanzas recibidas de esa forma improvisada vayan a dejar profundas huellas. A ello se suma el efecto imborrable que ha producido en los pueblos indios de Venezuela la sola aparición de la Constitución y el reconocimiento institucional de sus derechos. Todo esto tiene que suscitar en cualquier sociedad oprimida un sentido de gratitud que durará largos años. Sin embargo, a esas medidas iniciales hay que darles un buen seguimiento; por lo cual los planteos antes expuestos persiguen el objetivo de contribuir a una acción tanto oficial como extraoficial que encaje de la mejor manera –hasta donde podamos lograrlo– en un proceso de desarrollo endógeno y sostenible de naturaleza intercultural, respetuoso de la cultura nativa y de su realidad contemporánea.
El otro punto insoslayable se concreta en un problema de carácter geopolítico y de seguridad de Estado. A algunos analistas les parece incluso delicadísimo, mas nosotros no compartimos ese temor tan inveterado. En todo caso, se oye decir con frecuencia que el Estado tiene derecho a intervenir las tierras indígenas cuando se trata de intereses fundamentales, tales como la seguridad de las fronteras, la existencia de especies minerales en el subsuelo u otros recursos naturales valiosos. En distintos lugares y contextos hemos desarrollado una serie de argumentos al respecto. Por ahora nos toca más bien hacer un resumen apretadísimo, inclusive para restarle esa pretendida gravedad al asunto, siempre aprovechada por sectores anti-indígenas, apáticos o indiferentes. En realidad no ha habido un solo caso en la historia americana de que algún pueblo indígena o afrodescendiente haya protagonizado o deseado provocar un acto de secesión política. Por el contrario, siempre fueron los blancos y los mestizos, ante todo los más ricos e influyentes. Viendo esto más de cerca, los zapatistas siempre se manifiestan como ciudadanos mexicanos que buscan el bienestar de la patria; las llamadas nacionalidades indígenas ecuatorianas son los más nacionalistas de los ecuatorianos; por lo que sepamos, Evo Morales es el presidente de todos los bolivianos y jamás ha dado señal alguna de discriminar al resto de la población del país. En lo que respecta a los recursos naturales, hay miles de formas para llegar a un acuerdo razonado con las comunidades indígenas si es que se puede realizar su explotación sin graves daños ambientales y sin desmembrar o reducir el territorio perteneciente a cada etnia. Además, en términos generales, ante la emergencia ecológica y ambiental que atraviesa el planeta es mil veces mejor adjudicarles grandes extensiones de tierra a los pueblos originarios que continuar con una carrera ultradesarrollista vertiginosa y alocada que sólo persigue fines economicistas, energéticos y geopolíticos. Hace rato aludimos el rechazo por parte del indio a un término como vacío geográfico; para él todas estas tierras están pobladas de especies naturales y míticas, de espíritus tutelares y almas de los difuntos, de un número y variedad impresionante de símbolos que dan sentido y cohesión a su cultura, cuya características más importante es la de ser telúrica y cósmica. De todas maneras y sea cual sea nuestra argumentación, la mejor garantía para la continuidad de la vida en Venezuela y, si se quiere, en el globo entero, es la mayor participación posible de las sociedades indígenas y tradicionales en una gestión compartida y con visión de futuro.
En un trabajo de carácter general como el presente, nos toca finalizar con unas pocas recomendaciones para el Estado y su gobierno, a fin de brindarle el mejor de los espacios posibles al despliegue de un auténtico socialismo indígena con miras al siglo XXI o, visto en una perspectiva más amplia, a este milenio que apenas comienza. En primer lugar, Venezuela no debe titubear tanto a la hora de ejecutar en forma resuelta y valiente la demarcación de las tierras y territorios indígenas, dándoles estos mismos nombres, ya que hablar solamente de hábitat nos remite más bien a la esfera de lo natural y lo biológico. Es triste decirlo, pero hasta países como Brasil y Colombia nos están superando en este ámbito de vital importancia. El otro punto que querríamos enfatizar es el de respetar mucho más la autonomía regional y local de estos pueblos, comunidades y culturas, según los cánones y el espíritu de la Constitución bolivariana, que, si bien podría ser mejorada, en ningún caso sería aceptable que mediante una reforma se conculcaran o se eliminaran algunos derechos adquiridos a través de centenios de lucha y mucha sangre vertida. Ya para concluir, me permitiré recordarles a los responsables más directos del proceso hacia el cual se encamina el país que el pluralismo étnico, cultural y lingüístico, en unión con la interculturalidad como puente que comunica en forma horizontal y democrática toda nuestra sociedad plural en su historia y en su esencia, sigue siendo uno de los planteamientos fundamentales y más innovadores que caracterizan y marcan los años más recientes de nuestra vida política. De hecho, ha habido un buen número de revoluciones y procesos transformadores que han luchado contra la pobreza, el analfabetismo y otras carencias que sin duda se deben combatir; pero hasta la fecha ninguno de ellos ha colocado entre sus objetivos primordiales y prioritarios a la diversidad biológica y cultural, el pluralismo étnico y social, el multilingüismo ni la interculturalidad. Seguimos insistiendo que este tendrá que ser nuestro aporte si de verdad nos interesa crear algo original e inédito, en una versión mejorada de la máxima del maestro Simón Rodríguez: tal vez, si inventamos siguiendo rigurosamente estos lineamientos no correremos el riesgo de equivocar nuevamente el rumbo.

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